viernes, 17 de agosto de 2012

Esta va de rol

D & D: toda una leyenda...
Nunca he sido, ni remotamente, tan aficionado a los juegos de rol como lo soy a los de tablero. Mientras los segundos han presidido prácticamente toda mi vida, desde que era un niño hasta la actualidad, los primeros llegaron a ella relativamente tarde, habiendo alcanzado ya la mayoría de edad, y no han trascendido hasta el presente. Tampoco es de extrañar dicho retraso, ya que esta variante lúdica se puede decir que no empezó a llegar con fuerza a España hasta aquellas fechas más o menos, la segunda mitad de los 80, y eran mucho más nuevos y jóvenes que sus más tradicionales hermanos (recordemos que la primera edición de Dungeons & Dragons data de 1974). Apenas sabía nada de los juegos de rol por entonces (lo más parecido que había conocido eran los libros de “Elige tu propia aventura”). Por lo poco que había leído sobre ellos en revistas, los relacionaba con personajes y criaturas de fantasía y también con la partida que se puede ver en un momento de la película E.T. Creo que no iba desencaminado.

Primer contacto
Por la época acotada, hacia 1988, un amigo que, como yo, era aficionado a los juegos de tablero, me habla de un grupo de conocidos suyos que están jugando a juegos de rol, actividad que me resulta sugerente y atractiva. Poco después, por casualidad, acabo conociendo a uno de esos jugadores, Chema L., quien es también un gran apasionado por los juegos de mesa en general. Es él quien se puede decir que me inicia realmente en los juegos de rol y me descubre los primeros que conoceré con propiedad, sobre todo los publicados por la inolvidable JOC Internacional. Mi primera experiencia con estos juegos es ir con Chema y sus colegas un día al Casino Viejo de mi localidad y allí, en medio de jubilados, fichas de dominó y partidas de guiñote, encontrarme entre un grupo de adolescentes confeccionando una hoja de personaje para Dungeons & Dragons. La preparación del juego se prolongó tanto que no llegamos realmente a empezar la partida y, hasta hoy día, tengo que decir que nunca he jugado al más famoso juego de rol de la historia…

Algunos de los primeros juegos de rol que conocí

Mi compañero de hobby me muestra, además, otros títulos de esta variante lúdica: El Señor de los Anillos –al que tampoco he jugado nunca; ni siquiera había leído los libros de Tolkien por aquel entonces–, Traveller, de ambientación espacial, Star Wars, RuneQuest o La llamada de Cthulhu, que sí que se va a convertir en mi juego de rol favorito y en aquel en que he invertido más horas y partidas en mi vida. El secreto está en que yo por entonces ya me había convertido en un fan de la literatura gótica y de terror y había comenzado a leer a H.P. Lovecraft, escritor en cuyos relatos se inspiraba el juego. Parece lógico que su ambientación me llamara bastante más que la de otros títulos. De hecho, no tardo mucho en adquirirlo yo mismo y convertirme en “máster” de mis propias partidas.

Cthulhu Superstar
Recuerdo muchas sesiones al “Cthulhu”, como lo abreviábamos los aficionados, entre los últimos 80 y primeros 90. Llegué a conseguir varios “módulos” o “aventuras” ya fuese comprados o fotocopiados de mis amigos. Siempre que podíamos, jugábamos por la noche, momento que parecía más emocionante y adecuado para desarrollar esas partidas misteriosas en la que los Primigenios de Lovecraft y sus sectarios acechaban y conspiraba contra la humanidad. Me encantaban las ilustraciones de todos aquellos seres extraterrestres que adornaban las portadas e interiores de los módulos de La llamada de Cthulhu, e incluso todavía conservo un libro que los describe y hasta compara sus dimensiones.

Reglamento y módulos para La llamada de Cthulhu, mi favorito
En mis visitas a la pionera y añorada tienda valenciana Ludómanos también descubro otros juegos de rol, figuritas para ellos y mil cosas relacionadas que me resultaban muy atractivas, aunque en verdad he de decir que siempre he preferido los juegos de tablero propiamente. Nunca llegué a tener muchos juegos de rol: creo que exactamente cinco; muy pocos en comparación con los más de doscientos juegos de tablero que tengo en la actualidad (y más que he vendido con los años). Sí que es que es cierto que leí muchos otros  reglamentos e incluso monté partidas a ellos. El siguiente título propio que tuve creo que fue Aquelarre, el primer juego de rol publicado en España. Se ambientaba en una Edad Media plagada de magia por la que pululaban seres como el Carantoña, el Lobisome y hasta la Santa Compaña, y sus mecánicas estaban claramente influenciadas por las de La llamada de Cthulhu. Aunque me gustaba temáticamente, era un juego que no disfruté demasiado y que acabé vendiendo.

Mi breve colección
Poco después me atrevo con mi primer juego de rol en inglés: se trata de Vampire: The Masquerade, un libro que llegó a mi vida en un momento en que estaba hechizado por el mito de los vampiros, ya que sobre éste trataba precisamente el juego. Tenía una cautivadora introducción “histórica” que detallaba el origen de estos seres, su desarrollo y relación con los seres humanos a través de los siglos, sus castas y familias, cómo estaba estructurada su sociedad, etc… Desde un punto de vista literario, todo esto era fascinante. El juego en sí me resulto menos atractivo al proponer mecánicas y conceptos demasiado nuevos o atípicos para mí que me hacían complicado gestionar partidas como máster. No es que le sacara mucho provecho, pero aún así jugué unas cuantas partidas y hasta acabé comprándome su versión en castellano cuando apareció tiempo después. Hoy en día sólo conservo la edición original.

Mi brevísima colección de juegos de rol. Me puede el tablero...

Algo parecido me pasaría con Space 1889, adquirido también por aquel entonces: me embelesaba su ambientación, la propuesta temática del libro, sus ilustraciones, pero nunca conseguí exprimir y disfrutar las partidas al juego apropiadamente. Esta ambientación se inspiraba, como es fácil adivinar, en las obras de los pioneros de la literatura de ciencia ficción del siglo XIX y principios del XX: Verne, Welles, Doyle, Burroughs, etc, y nos trasladaba a una Europa en plena expansión colonialista que había alcanzado hasta Marte y la Luna. Aún tengo el libro y varios módulos que compré, y hasta de vez en cuando me siento tentado de intentar recuperarlo y montar alguna partida, pero tengo la sensación de que mi “etapa rolera” ya pasó…

Mi último juego de rol fue Werewolf: The Apocalypse, hace ya más de quince años. Pertenecía a los creadores de Vampire (White Wolf) y ampliaba su línea de juegos World of Darkness, que posteriormente se completaría con varios títulos más, cada uno centrado en un tipo diferente de ser sobrenatural. Como con su antecesor, quedé atrapado por su estupenda ambientación, por cómo sus autores habían tomado un mito milenario y lo habían hecho creíble, pero aún le saqué menos partido que al otro. Con el tiempo, acabé regalándolo y no he vuelto a comprarme ningún juego de rol desde entonces. En todo lo que llevamos de siglo, creo que he jugado como mucho 2 o 3 partidas “a rol”, y siempre ha sido a mi vieja edición de La llamada de Cthulhu (evidentemente, ha sido remozada con los años, aunque yo sigo conservando la versión de JOC Internacional de los 80).

Tablero vs. Rol
¡Me encantan los coloridos y
multiformes dados para juegos de rol!
La razón de que los juegos de rol nunca me hayan calado tan hondo como los de tablero puede radicar en que quizá sean demasiado abstractos para mí, o que no tenga la suficiente imaginación para disfrutarlos. La verdad es que me encantan los tableros, fichas y figuras de los juegos de mesa, el poder usar con ellos también el sentido del tacto (¡y hasta el del olfato!), cosa que no puedes hacer con los juegos de rol, cuya principal herramienta es la mera y pura imaginación y la capacidad de evocación. También me gusta, cuando juego, tener un reglamento claro y estructurado al que asirme en caso de duda, y los juegos de rol dejan quizá demasiada flexibilidad a su organizador y participantes, hasta el punto de decirte a menudo que priorices la diversión y prescindas de las reglas (¿para qué me compro el juego entonces?). Sí que suelo disfrutar en un juego de rol de esa ambientación que algunos detallan tan bien que parece que estés leyendo una novela o un libro monográfico sobre el tema que tratan, pero que la mayoría de las veces no se logra plasmar en las partidas.

Esa inacabable libertad que te dejan, por último, los juegos de rol, al no tener que ceñirte a una limitación física como puedan ser las casillas o espacios de un juego de tablero, también se me atraganta a veces cuando juegas con jugadores que se toman literalmente al pie de la letra lo de que “puedes hacer lo que quieras”. Precisamente, la dificultad de encontrar personas que se interesen por participar seriamente en una partida de rol ha sido casi una constante en muchas partidas, ya que, lejos de lograr la ambientación necesaria (sobre todo en juegos de terror como el Cthulhu) las sesiones acaban distendiéndose y convirtiéndose casi en una charla de bar a la que sólo le faltan las cervezas y las papas. Por el contrario, en los pocos momentos en que todo el grupo logra meterse en la historia y vivirla, en esos ratos en que la imaginación de los jugadores alcanza una especie de casi perfecta comunión, he llegado a disfrutar de buenas partidas.

Mientras que tengo claro que seguiré jugando a juegos de tablero durante muchos años, no estoy tan seguro de si volveré a participar en partidas de rol. No desecho la idea, pero no me atrae especialmente en esta etapa de mi vida. Sí que guardo muy buenos recuerdo, por supuesto, de aquellos primeros años en que los descubrí y de las muchísimas partidas que jugamos a La llamada de Cthulhu.

(Este artículo se lo dedico a Chema L., a pesar de que no se digna ni a poner un comentario en el blog. ¡Echo de menos aquellos tiempos y partidas!)

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