viernes, 29 de junio de 2012

La conquista del Oeste

Nike & Cooper Española (NAC) ha sido sin duda una marca decisiva y trascendental en mi vida ludómana, especialmente durante el momento de mayor apogeo de esta casa madrileña, hacia mediados de los 80. Es cierto que muchos de sus productos nos pueden parecer ahora arcaicos, burdos y obsoletos; que las reglas de algunos de ellos no podían compararse en calidad incluso con muchos juegos de su época, como los de Avalon Hill. Sin embargo, marcaron a muchas personas de mi generación que éramos aficionados al tablero. En algunos casos, plantaron el germen de este hobby, en otros –como el mío- lo afianzaron y, en el caso concreto de los wargames, sí que fue un concepto y una variante que me descubrieron. Lo cierto es que en aquella época, acabando ya la EGB, era raro el amigo o compañero de clase o curso que no tuviera algún título de NAC. Yo creo que entre toda la pandilla reuníamos prácticamente su catálogo inicial completo; y, en particular, este juego que paso a reseñar, La conquista del Oeste (1982), estaba en posesión de un buen amigo y vecino mío, y fue en su casa donde jugué las primeras partidas a él. Años más tarde, cuando Factor Games adquirió y reeditó algunos juegos de NAC, le regalé la nueva versión de 1990 a mi hermana pequeña. No recuerdo perfectamente la original, pero creo que son prácticamente iguales excepto por el material de algunos componentes como los peones, de madera y mucho más bonitos en la edición de NAC, y de plástico en la de Factor, y la portada de la caja. Como era típico en los diseños de la empresa, no se detalla ni reconoce al autor o autores del juego.

La conquista del Oeste es un juego destinado claramente a un público juvenil o, todo lo más, familiar, con reglas simples y sin grandes complicaciones. Hace muchos años que no he jugado y no sé la impresión que tendría de él hoy en día si lo hiciera, pero lo recuerdo con cariño y es por eso que he decidido desempolvarlo, sacarle unas cuantas fotografías, y hacer una reseña para el blog. Por cierto: ¡no se os ocurra dejar los mazos de cartas sujetos con una goma! Se pudren con el tiempo y estropean los componentes de los juegos. Es algo que ya he sufrido más de una vez.


Un tablero tan rudimentario y básico como entrañable (pinchad para ampliar)

El objetivo de este viejo título es bien fácil de deducir: a la manera de los colonos (¿o invasores?) de Norteamérica en el siglo XIX, los jugadores empieza en el este de EE.UU. y deben viajar al extremo contrario, en busca de tierras en las que asentarse. Para ello deben reunir un equipo básico y atravesar miles de kilómetros con su familia enfrentándose a un sinfín de peligros. Así pues, antes de abandonar la zona civilizada (trazo verde en el mapa), los pioneros deben conseguir las cuatro piezas esenciales para acometer su ardua tarea: bueyes, carro, armas y provisiones, lo cual se hace normalmente yendo a las casillas en las que aparece la imagen de éstos y comprándolas. También es posible obtenerlos por medio de cartas e incluso robándoselos a un compañero. El sistema de movimiento, como podréis ver por las fotografías, es por medio de casillas circulares (ciudades) conectadas mediante líneas. En estas últimas, entre una localización y otra, existe un número que es la tirada mínima que se debe sacar con los dados para poder atravesarla. El jugador no debe escoger de antemano su dirección, y puede decidirla una vez haya visto el resultado de los dados. Hay también un pequeño trecho de ferrocarril a lo largo del cual se puede viajar pagando el peaje apropiado. Cada jugador dispone de un único peón: no esperéis worker placement ni ninguna otra floritura moderna; todo lo más, hay una pequeña ficha de cartón para cada peón que representa a su familia, y que en ocasiones debe dejarse en una ciudad hasta que el patriarca de ésta pague una deuda o resuelva un problema.

Algo muy habitual en la línea de juegos temáticos de NAC eran las cartas de “Incidencia” y de “Oportunidad”. Las últimas se obtenían cada vez que un jugador sacaba en los dados 3, 7 u 11 –como recordarán los jugones de mi quinta–. Representaban por lo general ventajas y beneficios para su receptor, y se podía tener en mano un máximo de tres hasta que se decidieran usar. Las otras cartas aparecían cuando un peón entraba en una casilla con asterisco, eran de efecto inmediato, y casi siempre eran trabas y dificultades para los jugadores, aunque había algunas buenas.

Componentes del juego: dinero, peones, cartas, equipo, dados...

A lo largo del mapa se encontraban infinidad de iconos que ofrecían otras tantas posibilidades a los participantes: un pico y una pala representaban un lugar en el que trabajar y conseguir algún dinero, dos cartas de póker blancas ofrecían la opción de montar una partida (que se resolvía aleatoriamente con una simple tirada de dados), mientras que dos cartas verdes denotaban un tahúr que nos obligaba a jugar con desventaja. Por último, los bancos eran una opción más rápida y fácil de ganar dinero para cualquier que dispusiera de un revolver. La pega era que, a partir de entonces –lo mismo ocurría si robabas equipo a otro jugador–, tu cabeza tenía precio (y éste podía ir elevándose con cada nueva fechoría), y cualquier contrincante osado que estuviese del lado de la ley podía intentar detenerte, cobrar la recompensa y enviarte a la cárcel. Todas estas variantes para obtener dinero y para elegir, en cierta manera, tu rol –honrado colono, tahúr, atracador– era una de las cosas que más me gustaba de La conquista del Oeste. También había, finalmente, otros lugares especiales como los sheriffs corruptos, el Juez Roy Bean o la Cárcel india.

En fin… poco más hay que contar de este juego que ya he dicho que era muy sencillo. En las fotografías adjuntas podéis echar un vistazo a tablero y componentes, que ya veis que no son un dechado de exquisitez artística precisamente. Aún con todo, creo que no hay que renunciar a todos estos títulos de nuestro pasado que cimentaron nuestra afición a este bonito hobby y que, al menos en algún momento, nos resultaron divertidos. Vaya, por tanto, mi homenaje a este y tantos otros productos de la marca NAC que fueron muy especiales en mi juventud. Tampoco descarto volver a jugar a alguno cualquier día de estos…

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