lunes, 30 de abril de 2012

Lancaster

Sencillo eurogame de colocación de peones que me atrajo sobre todo por el período en el que se ambienta, la Guerra de las Rosas, si bien es cierto que, como muchas otras veces en este tipo de juegos, la excusa temática o histórica está un poco pillada por los pelos. Ya he tenido otros títulos inspirados en el mismo conflicto como War of the Roses: Lancaster vs. York y la edición original de Kingmaker, de los que acabé deshaciéndome, o Richard III, que sí que conservo.

Obra de Matthias Cramer, del que ya reseñé Glen More, fue publicado el pasado año por Queen Games y tiene una versión en castellano, aunque, aparte de las instrucciones propiamente, el juego es totalmente independiente del idioma.

Los jugadores (de dos a cinco) representan a señores menores de la Inglaterra medieval que quieren convertirse en poderosos aliados del aspirante a rey. Para ello disponen de cinco turnos en los que comienzan colocando a sus caballeros en tres posibles destinos, pasan después a una Fase de Parlamento en la que se aprueban o rechazan nuevas leyes, y acaban recibiendo beneficios y recompensas en función de dónde colocaron sus fichas.

Disposición inicial del tablero, con los caballeros aún no reclutados de cada jugador y las guerras actuales abajo a la derecha

Los caballeros propiamente están representados por fichas de madera que pueden tener un valor de 1 a 4, y que son más grandes según lo sea éste. Es una de las cosas más originales del juego, que no se limita en este aspecto a la colocación de peones de la misma forma y tamaño en el tablero. Los caballeros pueden colocarse en los condados de Inglaterra siempre que igualen o superen el valor de éstos, pueden hacerlo en su propio castillo, o pueden ir a luchar en las guerras contra Francia. Colocarse en el primer lugar les dará la posibilidad de reclutar nobles para su causa y otra serie de privilegios (nuevos caballeros, aumentar la fuerza de los ya existentes, votos, dinero, escuderos…). Hacerlo en el segundo, su castillo, también les proporciona bonificaciones similares, aunque menos valiosas. Colocarse en guerras puede proporcionarles puntos de victoria –que, como siempre, determinan el ganador al final de la partida– y también otras ventajas extra a los primeros que lo hagan.

Arriba, el Parlamento con las leyes aprobadas y las propuestas, abajo,
el castillo del jugador azul con una extensión ya colocada
En la Fase de Parlamento se deciden leyes valiéndose, claro está, de los votos disponibles, unos cubitos de madera que nos proporcionan los nobles que hemos invitado a nuestro castillo y otros medios. Una vez votadas las leyes de ese turno, pasan a aplicarse, proporcionando puntos, dinero, figuras, etc, a quien cumpla los requisitos (como ser el más rico del juego, tener más presencia en guerras o condados, haber utilizado a determinados caballeros, etc).

Finalmente, se revisan en este orden los caballeros colocados en los condados, aquellos colocados en los castillos y las fichas de extensiones en estos últimos, y los caballeros que están luchando. Aquel que haya enviado caballeros de mayor valor a una guerra ganará una determinada cantidad de puntos de victoria, seguido del siguiente o siguientes según se haya o ganado la guerra, para lo cual entre todos los jugadores deben igualar el valor de ésta.

Los pequeños peones blancos son los escuderos, que refuerzan a los caballeros en los condados tanto para defenderlos de los intentos de apropiarse de ellos por parte de jugadores rivales como para lo contrario: para atacar a un jugador rival y echarlo de un condado que nos interese. Las extensiones de los castillos son unas fichas alargadas que se colocan en ellos y equivalen a tener un caballero fijo en esa posición: al final de cada turno nos dará esa recompensa concreta.

Detalle del tablero, con los condados con los caballeros y escuderos que
los ocupan,  las recompensas  y los nobles  que proporcionan
Tras los cinco turnos comentados, el jugador que esté más arriba en el contador de puntuación será el ganador. Al final de la partida también se tendrá en cuenta quién tiene más poder con todos sus caballeros, quién tiene más extensiones en su castillo, y quién ha conseguido más nobles, lo que otorga bonificaciones extra.

En definitiva, Lancaster es un juego bastante al uso en su modalidad, sin grandes sorpresas, con un reglamento sencillo pero que permite estrategias y planificaciones más complejas, ya que los jugadores tienen un buen montón de opciones para intentar ganar la partida: nobles, guerras, extensiones, caballeros… Toda esta variedad lo hacen bastante más entretenido de lo que en un principio había juzgado. Y, además, está la posibilidad de que participen hasta cinco personas, algo que ya parece todo un lujo en los juegos de hoy en día…

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